this is the end, my friend
Menos mal que acaba el curso porque yo casi no lo cuento. Es parte de los motivos por lo que tengo el blog que parece un erial. Para disimular, os dejo por aquí el discurso de la graduación de 4º de ESO que me tocó hacer a mí (una graduación muy de andar por casa, pero siempre les hace ilusión).
Buenos días a todos. Me toca hablar en nombre de los profesores que os han dado clase estos años y hasta anoche no había escrito nada. Supongo que os suena eso de dejar las cosas para el último momento, ¿verdad? Pero en realidad solo me faltaba escribir algo que tenía en la cabeza. Estáis acabando un periodo fundamental en vuestra vida. ¿La ESO? Sí, vale, pero sobre todo quería hablar de la O de ESO. Porque hasta ahora estabais aquí porque la ley obligaba a vuestros padres a escolarizaros hasta los 16 años. Cuando digo que soy profesora y trabajo con material inflamable de 16 años, algunas personas se echan las manos a la cabeza: ¿pero cómo puedes sobrevivir entre adolescentes?, me dicen, la juventud de hoy en día es insoportable, ¿no te gustaría trabajar en otro sitio? La verdad es que no. Y estoy segura de que la mayoría de los profesores que habéis tenido tampoco querrían tener otro trabajo a pesar de lidiar con adolescentes. O quizá precisamente gracias a eso. Pero “la juventud de hoy en día”, ¿eh? Sois la generación que hay entre la generación millennial —esos conformistas a los que ahora culpan de todos los males— y la generación blandita —esos consentidos que se rompen a la mínima—: os llaman la generación Z, la que ha nacido conectada a redes sociales. Dicen los sociólogos que os estudian que os relacionáis mejor por Instagram que en persona. ¿Cuántas veces habéis escuchado eso de que estáis mimados, que lo tenéis todo, que solo vivís en YouTube, que no tenéis valores y no os levantáis del asiento en el bus para dejar que se siente alguien mayor, ¿eh? Yo también os he echado la bronca alguna vez. Incluso es gracioso ver cómo muchos de vosotros ya decís lo mismo de los alumnos de 1º de ESO, incluso de Primaria: “qué maleducados y míralos con un iPhone a los 10 años cuando a mí hasta los 13 no me dieron el Samsung Galaxy de mi hermano mayor”. Y es que esto de quejarse de la gente joven viene de lejos: lo mismo dijeron vuestros padres, vuestros abuelos, seguro que lo mismo decían los antiguos griegos y romanos. Pero yo quiero ver también la otra parte, esa que le demuestra al sociólogo que a veces se equivoca: la parte del que no se conforma con lo que hay, el que aspira a algo más que lo fácil, aquel que después de 4º recuerda esas clases que ha disfrutado y que le hacen proyectarse a sí mismo dentro de unos años para verse como abogado, ingeniera, cirujano, arquitecta, mecánico, traductora o profesor. Porque ese es el cambio principal para vosotros: a partir del año que viene decidís vuestro futuro, así que decididlo bien porque seréis los que construyan los puentes por los que pasaremos, los que nos operarán de cataratas o los que den clase a nuestros hijos o nietos. A partir del curso que viene elegiréis y empezaréis a formaros específicamente en aquello en lo que os queréis convertir. Pero eso de estudiar algo porque me va a servir para tal cosa también es propio de la juventud, ¿verdad? Hacer las cosas con un propósito, la utilidad inmediata. ¿Si me hago una foto con la paella del domingo es para subirla a Instagram o es quizá para volver a disfrutar de ese momento años después? ¿Todo aquello que hacemos tiene que ser rentable automáticamente? Quizá es lo que buscáis muchos a los 16 años, quizá incluso hay gente cuya vida será así siempre. Pero yo espero un poco más de vosotros: espero que sepáis mirar más allá del sofá, las facturas y los números, porque ahí fuera también hay sonetos y anáforas, idiomas sin tiempos verbales, hay trompetas hechas de hielo y seis tipos de quarks en la materia, hay una medusa que regenera sus células infinitamente y nunca muere, hay números perfectos y números que no existen. Ojalá un día se os erice la piel al mirar despacio un cuadro y descubrir lo que hay detrás de los colores, o al pasar la página de un libro que no podéis cerrar, ojalá sonriáis al demostrar un teorema o pasear por las calles de una ciudad increíble de la que supisteis por primera vez en estas aulas. Espero que un día os acordéis de todos esos profesores que intentaron enseñaros lo que habían aprendido y vivido para que vosotros pudierais disfrutar del mundo con la misma pasión que ellos. Felicidades por haber llegado hasta aquí. A partir de ahora no estáis obligados a nada, ni a estudiar el Romanticismo ni a leer a Cervantes, ni siquiera a resolver una ecuación o a calcular el tiempo en un tiro parabólico. Pero os cuento un secreto: a partir de ahora empieza lo bueno de verdad. Nunca os quedéis cortos con lo que aprendáis. Nunca dejéis que vuestra cabeza se agriete y vuestro corazón se enfríe. |2017-06-19 | 18:14 | educacion | Este post | | Tweet
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