Los días rebotan como las gotas
sean de lo que sean,
gotas de hidróxido de cobalto, por decir algo.
Y de agua. Fría.
Los días ahora van con manos libres,
aprietas el botón preciso
y hablan hasta apagarse. Y empieza otro.
Eso es lo mismo que rebotar.
En realidad, las gotas rebotan
sólo hasta que se desgastan.
Porque cuando una gota ya está aplastada
no es gota. Ni día. Ni hidróxido siquiera.
O eso dicen.