Porque hija, tu abuela y yo ya llevamos casados sesenta y ... ¿cuántos?... ("sesenta y uno", dice ella), y estuvimos hablándonos* once, así que echa cuentas. Pero la vejez es medrosa y cobarde, a mí antes me gustaba mucho salir a pasear al parque, pero ahora cuando llevo media hora fuera y la media hora he estado pensando en si tu abuela estará bien o no, ya me vengo para casa, porque estar fuera pensando en querer estar aquí con ella, es una tontería. Y es que ya no sabemos estar solos, solos, ¿para qué? Los jóvenes sois fuertes, pero ¿qué sentido tendría en mi vida estar sin ella? Me moriría de pena.
A veces, cuando hablo con mis abuelos, me quedo con la sensación de que me queda tanto por vivir que no creo que me dé tiempo a vivirlo todo. Y sentir cosas como éstas debe de ser demasiado bonito.
¿Por qué no vas a vivirlo? Seguro que sí, que lo vives, que vives mucho más y que se lo cuentas a tus nietos. Porque te mereces lo mejor... No lo dudes.
No, Al, el saber que has vivido una buena vida y estás al lado de la persona que llevas queriendo casi desde que naciste. La verdad es que firmaría la vida de mis abuelos (un poco modernizada, eso sí :P)
El tener ganas de estar con otra persona y disfrutar estando juntos al cabo de tantos años habiendo compartido tantas cosas, el sentir alegría por volver a casa y que te sonrían al llegar...
Yo soñaba con tener una vida así. Pero bueno hay muchas vidas posibles y a cada uno nos toca la nuestra. Ahora me gustaría poder recitar cuando sea vieja aquello de:
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida
ni trabajos injustos ni pena inmerecida;
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas;
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
. . . Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno;
mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas,
y en cambio tuve algunas santamente serenas . . .
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz. Vida, nada me debes!