nada se pierde
Un día alguien me dijo una de esas frases que se escriben mis alumnos como nick del messenger y que merecen una recopilación de lo horrorosas que son. Pero en este caso, además de cutrecilla, es pseudocierta. Era algo así como que tanto lo bueno como lo malo que damos acaba volviendo a nosotros en algún momento de nuestra vida. Queda hasta religioso, pero sí, supongo que en cierto modo a mí me han rebotado a veces ciertas cosas con la misma tipografía y hasta las mismas tildes.
El mundo científico tiene dos versiones de esta historia, pero me quedo con una de ellas, porque eso de que la entropía siempre tenga que aumentar me perturba (¡¡$\Delta S>0$!! ¿estamos tontos? ¿¡dónde vamos a llegar!?). Por tanto, prefiero lo de que la energía no se produce ni se pierde, sólo se transforma de una forma a otra. Ojo, aquí la energía no es nada paranormal, obviamente, sino la capacidad para realizar un trabajo. ¿Alguien sabe por qué se mide en julios? Sin embargo, también hay una versión artística de esta teoría y está más bien relacionada con las casualidades y cómo a veces estamos tan predispuestos a ver que todo encaja como un puzzle que lo vemos, vaya si lo vemos. Lo mismo hasta es verdad que encaja. Y tiene el honor de ser una de las melodías de, sí, mi nuevo y flamante móvil. Es la caña... ¿Quién no ha vivido algo así, sobre todo cuando se enamora? Caída libre de gota de vino :P No hay otra norma: nada se pierde, todo se transforma. Todo se transforma (Jorge Drexler) Tu beso se hizo calor, luego el calor, movimiento, luego gota de sudor que se hizo vapor, luego viento que en un rincón de La Rioja movió el aspa de un molino mientras se pisaba el vino que bebió tu boca roja. Tu boca roja en la mía, la copa que gira en mi mano, y mientras el vino caía supe que de algún lejano rincón de otra galaxia, el amor que me darías, transformado, volvería un día a darte las gracias. Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da, nada es más simple, no hay otra norma: nada se pierde, todo se transforma. El vino que pagué yo, con aquel euro italiano que había estado en un vagón antes de estar en mi mano, y antes de eso en Torino, y antes de Torino, en Prato, donde hicieron mi zapato sobre el que caería el vino. Zapato que en unas horas buscaré bajo tu cama con las luces de la aurora, junto a tus sandalias planas que compraste aquella vez en Salvador de Bahía, donde a otro diste el amor que hoy yo te devolvería... Cada uno da lo que recibe y luego recibe lo que da, nada es más simple, no hay otra norma: nada se pierde, todo se transforma. |2007-04-06 | 00:22 | coctelera | Este post | | Tweet
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