Con un paso nada firme, Marta baja las escaleras desgastadas que le llevan de su piso a la calle. Enfundada en un abrigo de los setenta, con bufanda de colores, gorro hasta los ojos, guantes de lana con un par de agujeros y botas de ante con pelillo por dentro, va bajando la calle sin mucha fuerza para mirar a la gente con la que se cruza. Un perro se acerca y la olisquea, ella lo esquiva, saluda vagamente a su dueño y se vuelve a sumergir en los pensamientos difusos de quien espera como agua de mayo el primer café del día. A su derecha, un señor se preocupa por el cuello de su uniforme, una chica con gafas azules de pasta da la vuelta porque claramente ha olvidado algo en casa y un chaval con una mochila más grande que él es arrastrado del brazo por su madre sin muchas ganas.
Marta tiene que observar, ha de estar atenta a todo, no puede permitirse el lujo de perder el control de lo que se mueve a su alrededor. Le gusta mirar los zapatos de la gente, deduce la mitad de la personalidad a través de los zapatos. También se fija en las manos, los gestos, las muecas, cómo miran. Con el tiempo ha aprendido que eso es la clave para llegar al final. No tiene miedo, no siente rencor ni odio, sólo espera encontrar lo que busca, aunque no sepa ni qué está buscando.
oye, salvo por las botas de ante, es como si fuera yo! Mi obsesión por los zapatos alcanza límites insospechados...y por el control...y por todo
Tengo ganas de ver cómo evoluciona tu historia! (fíjate a lo que me atengo a estas alturas para tratar de saber qué va a ser de mí)(soy lo peor jajajaja)
Yo creo q tambien tengo un poco de Marta,el observar a la gente,cada gesto,cada forma de mirar,como si pudieras saber d ellos,a través de sus movimientos...a ver si es verdad q esto continúa...me ha molado la historia
Está a punto de entrar en la cafetería cuando, de repente, una ojiva espacial cae en medio de la avenida con sonoro estruendo. De ella salen dos tipos vestidos de lunnis.
Pero Marta rehusó hacer más conjeturas absurdas y marchó hacia el norte,junto con sus hijos, hijas y nietos, reunió hombres fuertes en número de trescientos, así como sirvientes nacidos en su casa o extranjeros que se habian puesto a su servicio y todos sus enseres domésticos. Marchó a establecerse al pie de un monte, en una planicie ya habitada por un pequeño número de hombres sin líder ni pastora. Marta los redujo a su obediencia y allí erigió una morada. También construyó una aldea y la llamó por su nombre Martaburgo. Hacia el sur de esta planicie, al pie de una montaña de gran base, se habían establecido hasta entonces un pequeño número de hombres que se sometieron voluntariamente a la mujer titán.
Entonces comenzó la verdadera fase imperialista y los Antiguos Señores de Europa y África abrieron sus ojos y contemplaron cómo sus abominaciones llegaban a su fin. En su ira Marta, al contemplar su iniquidad, los despidió de la Tierra y los mandó hacia el Vacío donde el caos impera y la forma no permanece. Fue así que también acabó con la Iglesia y exterminó al Islam e implantó un gobierno que fue temido y amado a partes iguales durante generaciones.
Assarhaddón, joe, pretendía ser más creíble... jaja... Martaburgo mola, me parece un sitio interesante (¿por dónde queda?), pero Marta parece que se convierta en una dictadorcilla como otra cualquiera. Y lo de que acabe con la Iglesia y el Islam, tela de difícil, no? En raalidad, parece una diosa, cual Juno. Lo pensaré, lo pensaré, pero creo que requeriría un poco más de intringulis :)