septiembre coleccionable
Está claro que cuando el homo-playensis-chiringuitensis ve que septiembre está a la vuelta de la esquina, un extraño sentimiento de vacío se mezcla con los retortijones de volver a ver al jefe y con la sensación de que se está acabando una etapa de su vida, que debería estar prohibido por ley el final del verano, que deberían poner una playa en Parla y mil cosas más.
El caso es que tratará por todos los medios de que, tras hacer balance de sus últimos doce meses, salga como conclusión que hay que cambiar en algo, buscar motivaciones, empezar cosas nuevas, apuntarse a un gimnasio, comenzar a leer los libros que compraron el primer años de casados, aprender a cocinar, dejar la cerveza (o, al menos, las seis cervezas diarias), apuntarse, como el vecino pijo del apartahotel, a una cata de vino, aprender a jugar al golf, empezar a ver el telediario de La 2 noticias, dejar de leer el periódico por el final o hacer un curso de decoración interiror y cambiar toda la casa. Como a los dos días de intentar todas estas cosas, se da cuenta de que no está hecho para ese tipo de cambios... decide conscientemente caer en las garras de los coleccionables de septiembre. Es aquí cuando el individuo en cuestión empieza a tener problemas de selección, ya que hay mucho donde elegir... Fascículos, piezas, muebles y fichitas de la Guerra Civil, Aprenda inglés en ocho días, Palacio de muñecas, Construye y pilota tu propio helicóptero de radiocontrol, Princesas Disney de porcelana, Domina y disfruta el Vídeo Digital, Grandes Obras de la Literatura Universal en Miniatura o Disney Facilísimo con punto de cruz. Claro, entre tanta variedad para cambiar nuestras vidas, no hay quién elija... Luego vendrá la trumática situación en la que te olvidaste comprarlo una semana y por tanto te falta la pieza clave del motor del helicóptero, con lo que ya ni te vuela ni leches. O bien puede pasar que te tengas que recorrer todos los quioscos de la ciudad (sí, hasta aquel quiosco en la Gran Vía) porque no tienen el fascículo en el que viene El Quijote en tamaño 3x2x1cm, y claro, qué sería la colección sin El Quijote, qué dirían las visitas... Todo esto por no hablar de la sorpresa que se puede llevar uno al ver que a partir del tercer número, el precio se duplica, y la sillita para construir su casa de muñecas andaluza o la miniespadita de la 2ª Guerra Mundial cuestan las jodías diez euros (a veces hay ofertones: ambas por veinte). Vamos... para eso me trago Pearl Harbor bailando sevillanas... En la mayoría de los casos, a las pocas entregas nos damos cuenta de que ya estamos en octubre, de vez en cuando miramos las fotos de la playa con nostalgia pero, total, nuestra vida no era tan aburrida como pensábamos. Y le decimos al compañero de despacho aquello de "¿un cafecito?", casi hasta con buen sabor de boca por la vuelta a la rutina, pero esperando con ganas y en silencio los días previos a los coleccionables del año siguiente... |2005-08-29 | 11:20 | coctelera | Este post | | Tweet
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