¿No?
Y justo al pasar la página veinticuatro del libro, en un punto interesantísimo, se enciende el móvil en la almohada con un mensaje.
23:44 Joaquín: ¡Hola! Por fin me instalo esto en el móvil.
Y es entonces cuando haces un repaso rápido y aparece Joaquín, el profesor de lengua con barbita canosa del primer instituto, el que te invitó a cenar cuando estabas a punto de dejarlo con Mario y con el que no pasó nada porque tuvisteis que ir al hospital con gastroenteritis; Joaquín, el que coleccionaba dados y que escalaba en rocódromo de al lado de casa, ése que un día apareció gritando en la ventana del salón con una bolsa de churros y otro día desapareció sin dejar rastro y ahí estaba Mario, día tras día, en el sofá con la cerveza mientras tú mirabas el rocódromo por la ventana. Después de ocho años, Joaquín había vuelto y tenía Whatsapp.
23:45 Joaquín: Soy yo, el del gimnasio. Llevas sin venir un par de semanas, ¿no? La última vez que viniste pasaste un poco de mí, ¿no? ¿Te apetece tomar algo? Venga, di que sí, ¿no?
Y oye, qué sueño.
Fin de serie
Entonces empezaron a salir los títulos de crédito del último capítulo de la última temporada de la serie. Se acabó. Disfruté de sus cinco temporadas pero tenía que acabar. Como todo.
Me incorporé en el sofá y miré a mi izquierda.
-Pablo…
Brócoli
-¿Cuánto llevábamos sin vernos? ¿Dos años? -dice ella a punto de acabar el primer plato.
-Por lo menos, dos, sí. Pero bueno, hay cosas que no cambian y tú estás igual que siempre, es como si el tiempo no pasara -contesta él apurando el vino-. Te conozco mejor que nadie. Seguro que sigues olvidando regar las plantas, eres alérgica al reloj y no te vas a comer el brócoli, ¿verdad? Dame un poco, no te gusta.
-¿Qué tal por Barcelona? -dice ella segundos antes de pinchar los cuatro trozos de brócoli del plato y cómerselos sonriendo.
La función
Los cinco actores se acercaron al borde del escenario y empezaron a aplaudir. En ese momento, las novecientas personas que abarrotaban la sala se levantaron de sus asientos e hicieron una tímida reverencia. Segundos después y animados por las palmas continuas que llegaban desde el escenario, se organizaron y empezaron a hacer la reverencia primero los de la primera fila y así hasta la última, pasando por el primer y segundo anfiteatro. Los aplausos no paraban. Los espectadores se cogían del cuello o la cintura y sonreían mientras agachaban el tronco. Qué emocionante era la vida en directo.
El día adecuado
La decisión estaba tomada: iba a suicidarse cuanto antes. Miró el calendario. El lunes tenía un curso, el martes, dentista, el miércoles, partido de fútbol del pequeño, el viernes el cumpleaños de Marcos (¡no podía olvidarse de comprar el libro!), el sábado, comida en casa de Elena y Rafa y el domingo, salida a la sierra con la familia. Un jueves… con la de gente que habría el jueves en el metro…
Siete horas de entreacto
Mueve el brazo derecho, tirado por un hilo. Luego alza la pierna izquierda y después sacude la cadera de un lado a otro. La cabeza, también unida por finísimos hilos a una cruceta, asiente. Ahora la mano izquierda frota el lomo y para acabar la marioneta echa comida en el cuenco.
Hora de dormir. El gato suelta la cruceta de madera y se acurruca junto al muñeco. Siete horas de entreacto.
Economía financiera
En sala de estudio no quedaba ni una sola mesa libre. Él subrayaba las fotocopias con rotulador, escribía flechas, hacía llaves de colores en los esquemas, pasaba las hojas de los libros sin parar tras unas gafas recién estrenadas. Economía financiera y acabar la carrera y gestionar la empresa de su padre y a vivir la vida.
Entonces alzó la cabeza y estaba ahí ella y no pudo volver a bajar la cabeza a los folios. Y a saber quién era ella, pero segundos después de verla sabía que suspendería, y total, esa carrera ni le gustaba y a ver quién aguanta a su padre en el trabajo y quítame las gafas y mira qué sol hace fuera y a vivir la vida.
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